viernes, agosto 06, 2010

Micro-cosmoses

La mirada entorpecida, como un sonar, buscaba el rebote en otras pupilas ebrias. Aunque fuera una sola chispa de calorcito humano, para una noche fría en que las almas parecían huecas y translúcidas.

Si no fuera por la lluvia lodosa, no nos hubieramos conocido. Quién dijo que de los charcos sólo nacen mosquitos?

Era fea y caliente. Quedé prendado de ella en un abrir y cerrar de piernas.

Ella tomaba tafil y yo sus pezones; no era un mal trato. Nos alcanzó para varias noches, hasta que se acabó el tafil.

El día de su cumpleaños le llevé unas flores de plástico. Ella estaba tan necesitada de cariño que las aceptó. Soy un hijo de la chingada.