martes, agosto 09, 2005

San Lorenzo

Hoy por la tarde me topé con grupos de gente vestida de matachines que iban en son de peregrinos rumbo al templo de San Lorenzo, patrono de los juarenses, donde cada diez de agosto le prenden sus velitas y le cuelgan sus milagros. Dicen que es el santo de los casos difíciles, ha de tener mucho trabajo.

Antes de ser santo, a este señor lo mandaron quemar vivo por andarse burlando en los propios cachetes del alcalde en turno de Roma (a quien su miserable vida de burócrata romano no le alcanzó para dejar el nombre en la historia universal, así que modestamente se le recuerda como "el alcalde de Roma") y a manera de devolverle el favor, "el alcalde de Roma" lo mandó tatemar como elote tierno, "pero eso sí, dénle vuelta despacito" aclaró el muy sádico. Y es que mientras "el alcalde de Roma" le pidió como un favor muy especial que le juntara todos los tesoros de la iglesia porque al emperador le habían salido unos imprevistos y necesitaba liquidez, a Lorenzo -que para ese entonces ya andaba buscando su inmortalización a través del martirio- le pareció muy bonita idea la de reunir a una bola de pobres limosneros, cojitos, muertos de hambre y leprosos de los muchos que había en ese entonces, todos en fila y muy bien formaditos eso sí. Y pos al "alcalde de Roma" no le cayó nadita en gracia la puntada. Así fue como nuestro amigo Lorenzo fue a dar directo a la parrilla de hierro. Primero un lado, luego el otro; porque según la lógica del "alcalde de Roma", ya que quería ser martir, entonces había que darle gusto.

Aquí viene lo milagroso, pues resulta que a nuestro amigo Lorenzo no solo le vinieron guangos los calores del metal, sino que en lugar de oler a chicharrón -a decir de los testigos- era posible percibir un agradable aroma, además de un intenso resplandor. No conforme con su despliegue de resistencia, Lorenzo instruía a su verdugo: "voltéeme pal otro lado, pa quedar parejo" y cuando finalmente sintió que ya estaba ni muy jugoso ni muy reseco, digamos "well done", sentenció: "ora sí ya pueden comer, bola de hambrientos, ya está lista la carne". Corría el año del dos cincuenta y ocho, era un díez de agosto.

Y no es jalada, estos hechos los han constatado el mismísimo San Agustín, el confiable San Ambrosio así como el poeta Prudencio. Así que mañana es el día de visitar el templo y encenderle con mucho fervor y devoción una velita a San Lorenzo y a la salida, deleitarse con una paleta de las que venden en la otra esquina. No resultan muy apropiadas las carnes asadas para estas fechas (tampoco las hamburguesas).





1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

DE ESTE QUE NOS CUENTAS ES SAN LORENZO O SAN ASADO?

sábado, septiembre 16, 2006 11:23:00 p.m.  

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